Él y Ella están a punto de casarse. Él es chileno. Ella es barcelonesa. Él y Ella se aman. Les unió su pasión por el teatro, su sueño de ser intérpretes y su deseo de huir de la precariedad y la violencia institucional. Su conexión fue inmediata, su vínculo no ha hecho más que fortalecerse y los sentimientos de uno hacia el otro no han parado de crecer. De crecer... y complicarse. Como en toda relación.

Pero Él y Ella, no son exactamente "pareja". Al menos, no en el sentido de que dicta el imaginario colectivo y las normas sociales. No tienen una relación que la mayoría definiría como "novios", en la práctica. Él tiene a su novia, también migrante. Ella acaba de embarcarse en una hipoteca con su novio catalán de toda la vida. Pero Él y Ella quieren tanto, que decidieron casarse para que él tuviera más facilidades para regularizar su situación legal en España. Él y Ella se aman, sí; en una profunda relación de amistad.

La decisión de casarse sacudirá sus vidas, su entorno y sus otras relaciones. Los enfrentará a juicios y prejuicios - tanto suyos como otros - y les llevará a hacerse muchas preguntas. ¿Cuáles son las implicaciones morales de una situación como ésta? ¿Qué vínculos podemos o no establecer más allá del genuino amor? A medida que los personajes se sumergen en la tarea de simular una conexión íntima y de larga duración, se ven obligados a enfrentar preguntas difíciles sobre quiénes son, qué motivaciones esconden sus acciones y qué límites morales están dispuestos o no a traspasar para conseguir lo que quieren.

 Eu Manzanares, dramaturga y directora

Una de mis mejores amigas, hace unos años, se casó con un chico uruguayo al que amaba mucho, y con quien aún a día de hoy mantiene un importante vínculo de amistad. Pero mi amiga y ese chico no se casaron por estar "enamorados" en el sentido clásico de la palabra. Se casaron para que él pudiera obtener los papeles de ciudadanía española, sí. Pero ambos tenían clarísimo que su matrimonio respondía a un acto absoluto y total de amor.Por todo ello, y por otras cosas, es fácil entender que, cuando Laura y Nico me propusieron este proyecto, enseguida me resonara y no tardara en aceptar su invitación a crear su dramaturgia y dirección. Pero los motivos más potentes, las palabras más encertadas, las tienen ellos mismos; Laura y Nico. Aquí van.

Laura Riera y Nicolás Fuentes, idea original e interpretación

Esta obra nace del hartazgo de tener que justificar nuestras relaciones. De vivir en un sistema que no solo regula nuestra movilidad, sino también nuestras emociones, nuestros afectos, nuestros cuerpos. Nace de experiencias concretas: personas migrantes que son constantemente tratadas con desconfianza, expuestas, violentadas.

¿Por qué el Estado necesita tener la última palabra sobre cómo construir un proyecto de vida? ¿Por qué tenemos que traducir nuestros vínculos en documentos, evidencias y normas que no nos representan? ¿Qué tipo de amor es el que el Estado acepta? ¿Por qué el amor entre personas migrantes es puesto en duda, mientras otras parejas no tienen que demostrar nada? ¿Por qué existe este doble estándar?

No hacemos esta obra para dar respuestas. La hacemos para plantear preguntas. Para poner sobre la mesa una violencia que muchas veces es invisible porque se esconde en trámites, en oficinas, en formularios. Porque aprendimos a callarla por miedo, porque cuestionarla puede costarnos papeles, estabilidad, futuro.

Esta obra no es una denuncia en términos legales. Es una exposición pública de lo que vivimos, desde nuestra experiencia migrante. Y es también una forma de resistencia. Es para todas las personas que han sido interrogadas por amar. Para quienes han tenido que defender sus relaciones como si fueran crímenes. Para quienes se han sentido solas en un pasillo de extranjería. Para quienes entienden que el amor también puede ser una trinchera.